La cárcel es un lugar tabú para muchos. Un espacio del que poco se habla y al que nadie quiere llegar, pero en la Universidad de San Buenaventura Medellín existe desde hace dos años el proyecto ‘Manifestaciones estéticas del tiempo’, que con un grupo de diez estudiantes y cuatro docentes asiste tres veces por semana al complejo penitenciario El Pedregal de Medellín, donde realizan no solo labores jurídicas sino también de acompañamiento a los internos, desde las diferentes facultades.
El Pedregal, ubicado en el corregimiento de San Cristóbal, ha presentado en los últimos años problemas de hacinamiento; según una nota de Caracol Radio en diciembre pasado, hay “2.127 detenidos en total, y la capacidad es de 1.100, aproximadamente”, situación que complica las condiciones de la cárcel, pero que hace más interesante la labor de los Bonaventurianos, quienes trabajan al lado de
Adriana María Ruiz, profesora de derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana, y su Semillero de Investigación sobre Estudios Críticos.
Gabriel Jaime Bedoya, Adrián Manuel Jordan Córdoba, Paola Upegui, Jaime Gallo, Juliana Gutiérrez, Santiago Martínez, Elías Villamizar, Karina Calle, Andrés Correa y Claudia Mejía, conforman el grupo de estudiantes de la Universidad de San Buenaventura, que cada semana asiste a la cárcel para trabajar en lo que ellos llaman “espacios educativos no convencionales”.
¿Cómo se formó?
Aunque desde hace dos años el proyecto está en marcha, su planeación viene desde 2014, como lo explica
Adriana Obando Aguirre, una de las docentes líder: “El profesor Carlos Arturo Ruiz de la Facultad de Derecho realiza una labor de acompañamiento en relación con los procesos jurídicos a los internos y a partir de eso empezamos a pensar cómo podíamos articular procesos de práctica para impactar estos escenarios. Después, se le hace la invitación a uno de los estudiantes de la Licenciatura en Educación Artística con el propósito de empezar a permear la Facultad de Educación desde otros escenarios de práctica”.
El estudiante que se vincula a esta propuesta es
Santiago Martínez, quien llega como practicante con una visión muy clara sobre lo que quiere: “No solo me interesaba formar en habilidades básicas de artística, sino también en expresión, cómo influencia la psicología de la persona y cómo es ser docente de artística en un espacio formativo no convencional. Empecé a hacer esos híbridos entre ser maestro de la prisión y ser maestro de escuela o estar en ese proceso de formación y fue creciendo como una bola de nieve y nos dimos cuenta de que teníamos que hablar con otros, contar las experiencias y saber cómo nos unimos con los demás”.
La idea desde un principio no es solo involucrar procesos escolares, sino trabajar también la labor social desde los principios franciscanos, lo que llevó a vincular otras áreas de la Universidad como la Facultad de Psicología con
Francisco Javier Arias Zapata, coordinador de prácticas, y con la UPB. “Empezamos a hacer unas alianzas estratégicas con la Universidad Pontificia Bolivariana, donde se encontraban participantes de la Casa Museo de la Memoria con personas que vienen profundizando las pedagogías críticas y empezamos a hacer unos núcleos de estudio de profundización. Desde ahí iniciamos esos encuentros de ir a la cárcel y hacer ese reconocimiento, tanto de sujetos que están allí, así como de la Universidad desde la proyección social. Desde esa mirada se extienden otras invitaciones a los diferentes estudiantes”, indica
Adriana Obando.
La UPB se vincula al proyecto desde el Semillero de Investigación sobre Estudios Críticos que cuenta con estudiantes avanzados en Derecho y Ciencia Política, y pasantes de Maestria en Filosofía y Desarrollo. “Participan en los diseños metodológicos y la ejecución de los talleres ‘Las palabras a lo largo de la vida’, que se desarrollan como parte de los laboratorios de creación biográfico-narrativos, y han contribuido al desarrollo y la solidez de los marcos teóricos plurales, así como al desarrollo de la metodología a partir del arte, el psicoanálisis y la literatura. El compromiso, la discusión y la crítica de los estudiantes colma de rigor y de esperanza el tratamiento de problemas difíciles, así como las alternativas de transformación universitaria. Finalmente, los jóvenes investigadores contribuyen en la publicación, difusión de los hallazgos y resultados de investigación, a través de artículos, capítulos y ponencias, inspirando a la comunidad académica y social a encontrar nuevas brújulas en el camino del pensar y sentir la humanidad de los demás.”, expresa
Adriana María Ruiz, coordinadora del semillero.
Una lucha contra las dificultades
Los prejuicios y los sesgos que hay alrededor de la cárcel no han impedido que desde 2017 se realice tres veces por semana el proyecto en el que cada vez se vinculan más docentes y más estudiantes. “Es un proceso que implica mucha constancia y mucha permanencia; vamos tres veces a la semana –lunes, miércoles y viernes-, tenemos presencia en la estructura de hombres y en la de mujeres con nuestros estudiantes, entonces ha sido muy constante”, comenta
Carlos Arturo Ruiz, director del proyecto, quien se desempeña en la Universidad como docente de Derecho y coordinador del área penal dentro de la Facultad.
A pesar de la constancia, las ganas y la consolidación del grupo, el director del proyecto reconoce las dificultades que tienen a la hora de trabajar en los pabellones: “Hay dos cosas muy difíciles: una es la imagen que se tiene del privado de la libertad, ese estigma del bandido, el malo y que hace que la gente no crea en los procesos de resocialización e integración y que no crea que un ser humano se transforme y tome decisiones más responsables. Otra más difícil es que, como expertos, sobre la prisión no hay nada que decir. Los proyectos de vida de los estudiantes dan cuenta de que eso que manifiestan es un velo que se corre de la prisión. Uno siempre que va allá corre velos y encuentra que lo que estamos haciendo vale la pena, aunque no se vende ni es comercial. Nosotros también transformamos nuestras existencias cada que asistimos”.
Los estudiantes se han ido integrando desde sus diferentes áreas de conocimiento, como es el caso de
Juliana Gómez de la Licenciatura en Educación Infantil, quien tiene nuevas perspectivas desde que hace parte del proyecto: “Realmente el impacto que ha generado en mi carrera o en mi perspectiva como estudiante es llegar a un contexto en el que no es la población a la cual uno está acostumbrado, sino que hay que transformar esas prácticas educativas en algo diferente. Hay que proyectar eso de ser estudiante y ser educadora a una población totalmente diferente”.
En esta Licenciatura es común trabajar con niños, pero precisamente en El Pedregal el grupo ha encontrado otro camino que ayuda a los internos y les da además satisfacción a los miembros que trabajan con ellos. “Cada día vamos interviniendo de maneras diferentes y más creativas, porque el hecho de trabajar con adultos no quiere decir que no pueda llevar a cabo las dinámicas infantiles y transformarlas en un gusto, un placer, que es realmente lo que busca el juego y lo que busca la licenciatura. Lo que uno tiene como imagen o estereotipo es que no juegan y que es algo más serio. Cuando estuvimos ahí se abrieron paso a un montón de vivencias como exponer su cuerpo, manifestarse y querer compartir con nosotros ese juego de volver a la infancia y ha sido una experiencia muy gratificante”, explica
Juliana.
También está la parte jurídica, aunque para este caso se realiza desde una mirada más humana. “Tomamos una posición muy eficaz al pensar que aparte de los procesos y los apoyos jurídicos que le brindamos a los internos, también es el deber de resocializar y resignificar. Lo más importante de este proyecto es que une a varias ramas del saber y que la Facultad de Educación, la Facultad de Psicología, la Facultad de Derecho se unen en pro de la reconstrucción de los sujetos”, resalta
Andrés Felipe Correa Valencia, estudiante de Derecho y representante de los estudiantes.
El trabajo interno
Las artes, el deporte, la psicología, el derecho y el acompañamiento hacen de este proyecto un éxito en la cárcel y en la labor de cada uno de los integrantes.
Roberto Carlos Muñoz, docente del programa de Licenciatura en Educación Física y Deporte, explica el objetivo de su campo dentro del recinto: “Hemos construido dos momentos: la educación física desde el arte marcial que es mi área de formación y el otro es la reflexión pedagógica. En este caso hemos acudido a la filosofía de la educación y bajo esos discursos hemos construido todo esto, una dialéctica con ellos donde hemos apostado a una educación liberadora”.
Asimismo,
Luz Eliana Tabares, docente de la Licenciatura Educación Artística, tiene claro su objetivo para este proyecto: “Mi misión no es formar artistas. Las artes tocan en lo humano. No es un proyecto para rehabilitar, tampoco que sirva para recolectar datos y elaborar un informe, sino que es la oportunidad de entrar con una población que ha sido sesgada socialmente, la oportunidad de revisar ese humano a la luz de ese buen entendimiento que cada uno tenga allí como humano, es decir no vamos a enseñarles, sino que llegamos con unas actividades que activan la integralidad del ser, desde esas acciones, y una reflexión como apuesta y que valora la vida, porque es la oportunidad de que reflexionemos con ellos eso que significa vivir, ser libre”.
Un trabajo de mucha dedicación y entrega, pero que da sus frutos en cada sesión y que deja a
Fray José Alirio Urbina Rodríguez OFM., rector, feliz con la labor: “Agradecerle a este grupo de trabajo que nace de manera espontánea y sobretodo de diferentes disciplinas que quieren compartir con personas privadas de la libertad. Hemos visto en ellos un proceso de transformación y compromiso personal, en el que se sienten humanizados por todo el trabajo que hacen y sobretodo porque han encontrado diferentes actores. Viendo esta experiencia de disciplina sin fronteras, de un ambiente de fraternidad entre ellos, de relación docente-estudiante, me parece que es importante lograrlo, porque contribuyen realmente a una nueva dinámica de pedagogía, innovación y contacto, y sobre todo a formar parte de un contexto en el que ellos pueden aportar y recibir”.
Fuente: Facultad de Educación y Facultad de Derecho